En el centenario de Octavio Paz, uno de los más influyentes escritores del siglo XX y uno de los más grandes poetas hispanos de todos los tiempos.

Octavio Paz en el jardín de la Embajada de México, Nueva Delhi, 1964. Foto: Revista de la Univ de México
Octavio Paz fue designado embajador de India, Afganistán y Ceilán (Sri Lanka). En 1968, estaba en Nueva Delhi —año en que tuvo lugar la masacre de Tlatelolco, el 2 de octubre—. En señal de protesta contra estos lamentables sucesos, (que empañaron la celebración de los Juegos Olímpicos), renunció a su cargo de embajador. Los viajes anteriores y posteriores a su estancia de siete años en la tierra del Ramayana, le dejaron una profunda huella. India se introdujo en sus textos: Ladera Este (1962-1968), Hacia el comienzo (1964-1968), Blanco (1966), y El mono gramático (1970), este último escrito después de su renuncia al servicio diplomático como protesta por la matanza de Tlatelolco.

Octavio Paz con Indira Gandhi, Nueva Delhi, 1967.
Imagen tomada del libro: Escritores en la Diplomacia mexicana, tomo I, México, Secretaría de Relaciones Exteriores, 1998, p. 338.

En el jardín de la embajada de Nueva Delhi Lucy e Yves Boouneloy, Octavio Paz, Aurora y Julio Cortázar, 1968. Imagen tomada del libro: Escritores en la Diplomacia mexicana, tomo I, México, Secretaría de Relaciones Exteriores, 1998, p. 340.
Un dato que afecta a la memoria histórica española, es que Octavio Paz visitó la India por primera vez en 1951. En ese momento ocupaba el cargo de Tercer Secretario en la embajada de México en París, desde donde contemplaba el último respiro del surrealismo. Al parecer, a sugerencia del director de la UNESCO, Jaime Torres Bodet —quien estaba en desacuerdo con la participación de Paz en un acto conmemorativo de la Guerra Civil española—, fue trasladado a la recién creada República de la India. (Octavio Paz. La India como un palimpsesto)
De los libros de Octavio Paz inspirados en su etapa india, he escogido El mono gramático. Lo hojeo a menudo, y lo subrayo. Sobre él, Paz comentó: “Este tratado mío se llama El mono gramático. No es un ensayo pero tampoco es una novela ni un cuento. Es un texto de cien páginas en el cual la novela se disuelve y se transforma en reflexión sobre el lenguaje; la reflexión sobre el lenguaje se transforma en experiencia erótica y ésta en relato” (Sólo a dos voces, conversación de Paz con Julián Ríos, Lumen, 1973).
La primera edición fue en versión francesa, en 1972, en la colección Les Sentiers de la Création; se editó en castellano por primera vez en 1974 (Seix Barral). Se puede leer en la solapa del libro el leitmotiv de Octavio Paz: «Al escribir estas páginas decidí seguir literalmente la metáfora del título de la colección a que estaban destinados: los Caminos de la Creación, y escribir (trazar) un texto que fuese efectivamente un camino y que pudiese ser leído (recorrido) como tal. El camino que escogí fue el de Galta, un poblado en ruinas en las cercanías de Jaipur, en Rajastán. A medida que escribía, el camino de Galta se borraba o yo me perdía en sus vericuetos. Una y otra vez tenía que volver al punto del comienzo. En lugar de avanzar, el texto giraba sobre sí mismo. A cada vuelta el texto se desdoblaba en otro, a un tiempo su traducción y su transposición: una espiral de repeticiones y de reiteraciones que se han resuelto en una negación de la escritura como camino. Me dí cuenta de que mi texto no iba a ninguna parte, salvo al encuentro de sí mismo. Advertí que las repeticiones eran metáforas y las reiteraciones analogías: un sistema de espejos que poco a poco han ido revelando otro texto. En ese texto Hanumân contempla el jardín de Râvana como una página de caligrafía como el harem del mismo Râvana según lo describe el Râmâyana como esta página sobre la que se acumulan las oscilaciones de la arboleda de las hayas que está frente a mi ventana como las sombras de dos amantes proyectadas en el fuego sobre una pared como las manchas del monzón en un muro de un palacete derruido del pueblo abandonado de Galta como el espacio rectangular en que se despliega el oleaje de una multitud contemplada desde los balcones en ruinas por centenares de monos como imagen de la escritura y la lectura como metáfora del camino y la peregrinación al santuario como disolución final del camino y convergencia de todos los textos en este párrafo como metáfora del abrazo de los cuerpos. Analogía: transparencia universal: en esto ver aquello.»
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